📕 Los Diarios de Goya: El misterio de la vecina nueva

Goya Languages
Aug 1
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Updated: Aug 3

Capítulo 1

Por Goya Languages

Parte 1

Hace una semana, cuando abrí la puerta de mi casa, vi una carta en el suelo. Era de la vecina nueva del 3B. No la conocía, pero parecía importante. Decía:

—Hola, soy tu vecina. Quiero contarte algo, pero no puedo hacerlo por escrito.

Me pidió que fuera a su piso esa misma tarde.

Cuando llegué, la puerta del 3B estaba entreabierta. Entré y vi a una mujer mayor con ojos grises y sonrisa misteriosa.

—Eres Goya, ¿verdad? —me preguntó.

—Sí — dije nerviosa —, encantada de conocerla. He visto su carta, ¿qué quería contarme?

—Algo que no podrás olvidar.

Sentí que algo estaba a punto de cambiar en mi vida.

Intenté, sin demasiado éxito, parecer tranquila. Ella sonrió.

— Entra un momento, por favor. — dijo —.

Dudé, pero había algo en su voz que me hizo confiar y entré.

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Parte 2

El piso estaba oscuro, iluminado solo por una lámpara con forma de luna. Olía a incienso y a libros antiguos. En el suelo había una alfombra con símbolos extraños.

Me ofreció una taza de té.

—Té negro con canela —dijo—. Sé que te gusta.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque tú eres como yo.

Sentí un escalofrío.

—No te asustes. Solo necesito tu ayuda para algo pequeño. Algo que ha vuelto.

—¿Qué es lo que ha vuelto? —pregunté.

—El espejo. El de tu abuela.

Me quedé sin palabras.

Ese espejo, con marco dorado y forma ovalada, no estaba en mi casa desde hacía años. La última vez que lo vi fue la noche en que mi abuela murió. Ella me lo dejó con una nota: “No mires demasiado tiempo. A veces muestra más de lo que debe.”

Yo estaba asustada, así que lo envolví y lo tiré al contenedor más lejano de la ciudad. Nunca quise saber más.

—Lo recuperamos —dijo la vecina mientras abría una puerta al fondo—. Está aquí.

Entré. La habitación era pequeña, sin ventanas, con paredes rojas y relojes antiguos. En el centro, sobre una mesa, estaba el espejo.

Tenía el marco dorado y el cristal ovalado, como recordaba, pero esta vez, al mirarlo, no vi mi reflejo.

Vi a mi abuela.

Estaba sentada en su sillón, tejiendo. Levantó la vista, me sonrió y dijo:

—Ya era hora.

Sentí un calor extraño. No era miedo. Era paz.

—¿Qué significa esto? —pregunté.

—Significa que ya estás lista.

—¿Lista para qué?

Ella se encogió de hombros.

—Eso lo descubrirás tú.

Volví a casa sin entender completamente lo que había pasado. Dormí mal. Soñé con relojes que no marcaban la hora y pasillos que no terminaban nunca.

Pero al despertar, algo era distinto. Me sentía ligera, como si me hubiera quitado un peso que no sabía que llevaba. Preparé café, me senté junto a la ventana y el silencio no me pareció vacío. Me sentí en paz.

Miré mi reflejo en el espejo. Seguía siendo yo, pero una parte de mí también era nueva.

No sé qué significa ser como ella, pero ahora sé que no tengo miedo al futuro.

Porque a veces, lo importante no es entenderlo todo, sino estar abierta a lo que puede cambiarte para siempre.

Desde entonces, mi nueva vecina y hemos decidido quedar cada miércoles a las cuatro de la tarde, para tomar nuestro té negro con canela. Ella me contó que es viuda y que tiene dos hijos que viven en Australia y Canadá. Suelen llamarla, pero se siente bastante sola en el día a día.

Gracias a aquel misterio —y a mi abuela de cierta manera— mi vecina ya no está tan sola. Me he dado cuenta de que hay mucha gente mayor que no tiene compañía ni nadie con quién hablar. Así que, mi vecina Maruja y yo, vamos a continuar nuestra amistad para siempre.

FIN